La calle del Socorro.

Se atravesaba esta calle como atajo para ir al estadio y a las veredas de La Palma, Buenos Aires, La Esmeralda, la Tierra Fría. Tenía carácter: llena de niños juguetones, sin camisa, barrigones y descalzos; de perros criollos, ladradores y de cola alegre; penetrada por los olores fuertes de las cocinas humildes y por el humo de las leñas que ardían en sus fogones campesinos; del entrevero de las músicas de las radios a alto volumen; animada por las vecinas que en el intermedio de sus tareas sin fin, hilaban en corrillo la historia del día, mientras sus maridos se fatigaban al jornal en los cultivos de café. Una auténtica e inolvidable calle de pueblo.

Tenía el honroso y legítimo nombre de la calle del Alpargate: hoy es la calle del Socorro.