Cuando florece el café, florece la ilusión.
Árbol de café.
Ante el cafetal florecido, don Pedro, el campesino dueño de la plantación, exclamaba con toda la fuerza de su ruda verdad: “No recuerdo una florecida como ésta. ¡Esta cosecha será la mejor!”
Hace más de cuarenta años que don Pedro murió y murió esperando la cosecha que lo redimiera de penurias.
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Esta mañana, su hijo, plantado frente al cafetal, habló a los peones lleno de ánimo verdadero y fue como si su difunto padre hablara por él. Dijo: “¡Avemaría, qué florecida! ¡Con esta cosecha me desahogo!”
Cañón del Rio Peñas Blancas. Veredas Orofino, La Bamba, Barcinal. Al fondo, El Tatamá
En estas tierras bravas ese es el rito. Y esas son las palabras exactas que cada año pronuncian con devoción miles de campesinos ante la blanca flor del café. Y ese es el fervor y el rigor de alma con el cual se deben decir para que el cafetal perdure y no desaparezca, para que el sudor no se convierta en hiel, porque los rendimientos de las buenas cosechas son tan esquivos como el aroma mismo de la flor del café y porque ser caficultor en estos tiempos de rapaces y depredadores globales, es más un acto de fe que un oficio promisorio.
Fotografía desde la vereda El Tambo. Al fondo, Santuario.
Dios, Sumo Bienhechor y Todopoderoso, ordena lluvias y soles para que la esperanza resista siempre verde y dispone almohadas de olvido entre el ayer y el hoy para que el campesino concilie el sueño y despierte con brío renovado. Y el diablo, que es viejo y es diablo y sabe de ilusiones y encantamientos, y según dicen asesora la Organización Mundial de Comercio y al Fondo Monetario Internacional, se ríe. Y de tanto reírse, se pone rojo como grano maduro de café.
Rama de Café. (Fotografía: Fernando López.)
Al igual que don Pedro en la eternidad, sus muchos colegas campesinos siguen esperando doblados sobre el surco la cosecha que alivie la escasez. Los otros, los vestidos por Saint Laurent y Armani, los magos del mercado de valores, juegan a los dados con la suerte del caficultor y con trucos de bolsa trasmutan el sudor de los campesinos en monedas de oro que atesoran. Y ríen a carcajadas con el jefe patecabra.
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Apostilla: Esta comunidad tiene un vínculo antiguo y profundo con el árbol de café, pues vive de él. Lo que le sucede al café le sucede a la vida de las gentes. Cuando el café florece, florece también la ilusión de todos. Y cuando el verano o el mercado lo marchitan, se arruga el ánimo y crecen la incertidumbre y la angustia.
Santuario es el 17º mayor productor de café del país y su caficultura es la más renovada y de propietarios más jóvenes. El café, para los santuareños, es una tradición.
1 Comments:
HOLA SI ES DE VERDAD UNA ILUSIÓN BIEN Q PROMUEBAS EL CAFE PASATE POR MI BLOG Y TOMATE UN TINTO
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