Santuario Risaralda, Colombia.
Peligro de minería en el Parque Nacional Natural Tatamá. ¡Defendamos el agua!

sábado, 12 de mayo de 2007

Bar El Volga.

En este vetusto caserón, que exhibe las características austeras y bellas de la denominada arquitectura de la Colonización Paisa o del Bahareque, funcionó el bar El Volga. Y fue famoso, pues como estaba ubicado a la salida del pueblo, la cual abre los caminos hacia las veredas cordilleranas del occidente del municipio, reunía en las tardes de día de mercado a los campesinos rezagados que bebían los últimos aguardientes antes de encarar las vicisitudes propias de aquellos caminos de herradura, agravadas por la violencia política desatada después de abril de 1948 y recrudecida en la década de los años sesentas.


Edificación donde funcionaba el Bar El Volga. Calle 6a con carrera 11, esquina.

Un poco más allá de este bar, en la misma calle, despachaba la pesebrera de don Vitalino Ocampo. Y como en aquel entonces la gente se transportaba a caballo o a lomo de mula, resultaba muy oportuno tomarse un aguardiente mientras en la pesebrera aprestaban las cabalgaduras.

En primer plano, vivienda de don Vitalino Ocampo, en cuyo sótano funcionó una de las más renombradas pesebreras del municipio.

En este bar, a punta de aguardiente y tangos, se curaron heridas de amor; los ebrios se juraron una lealtad turbia; se domaron miedos; se probaron hombrías y se urdieron y consumaron historias de fatal malevaje.

Todos se fueron. Queda la memoria en unos pocos.


¡Cantinero! Sirva el último trago que ya nos vamos; el del arranque, que nos cogió la noche y el camino es culebrero. - ¡Sírvalo doble, que en el aguacate de Gualanday está saliendo el diablo! - ¡Y en la casa la mujer espera enroscada! - !Ay, jijuemadre!