Mejoras en el cementerio.

Tal como había anunciado en artículo anterior, reseño las mejoras y mantenimientos que el párroco José Miguel Velásquez Moreno ha procurado al cementerio local: reparó, adornó y pintó los muros exteriores. Reparó los muros de los linderos. Renovó los pinos e inició los amoldamientos para la formación de figuras con ellos y reconstruyó bóvedas y osarios.

Es decir, el cementerio está bonito y es decente. Pero mi deseo es que tardemos muchos, pero muchos años en ser las ánimas titulares que disfrutarán (?) de estos paisajes apacibles y del silencio eterno de este lugar.

De nuevo reconocimientos para el padre José Miguel. Se me olvidaba contar que también reparó y amobló el teatro parroquial, lo cual dobla nuestros agradecimientos.

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Una historia ingenua:

De niños, cuando nos llevaban al cementerio, preguntábamos por la imagen del ángel que aun está en lo alto de la entrada. –Es el ángel del fin, respondían las mujeres y se santiguaban. - Cuando llegue el fin del mundo ese ángel tocará la trompeta y todos los muertos de la tierra se levantarán de las tumbas para el juicio final. Y nos encogíamos del susto y luego urdíamos maneras de arrebatarle la trompeta al ángel para que nunca sucediera el desastre, pero el ángel estaba tan alto… y vencidos por el reto nos consolábamos pensando que quizá las mujeres estaban equivocadas y que este ángel que se aprestaba a tocar la trompeta no era un aguafiestas sino un ángel músico, alegre y amigo de la vida.