El mercado de Santuario sucede cada sábado en la plaza, a cielo abierto . Y ha sido así desde su fundación en 1886. Los campesinos –y aquí todos lo somos- concurren al poblado para el intercambio comercial y social. La plaza entonces, se llena de voces, músicas, olores, colores y cobra un aire festivo y agitado. El día de mercado quiebra esta rutina pueblerina: por eso el sábado guarda el encanto, la sorpresa y la novedad de las ferias.
Los años que vienen traerán cambios para estos mercados tan tradicionales. Por ejemplo, la legislación sanitaria expedida por el gobierno nacional obligará a que los expendedores de carne dejen la plaza, cambien el toldo y las rústicas mesas de madera por locales asépticos donde no se rompa la cadena de frío y puedan ofrecer carnes maduras, refrigeradas y libres de contaminaciones.
Será necesario que, no obstante la conveniencia de éstas y otras normas sanitarias y de las transformaciones que causarán, se refuercen los usos naturales de la plaza para que continúe siendo el centro vivo del poblado, el espacio público por excelencia que convoca y reúne a todos, capaz de quebrar rutinas y de procurar, durante un día a la semana al menos, este encuentro multitudinario que afirma, da coherencia e integra a la comunidad; el espacio común que permite que campesinos y citadinos se saluden de mano, se pregunten por sus vidas y familias, intercambien miradas, productos, historias y emociones y renueven el antiguo vínculo de vecinos que en últimas es lo que distingue a estos poblados y que le confiere significación a la plaza y vitalidad al municipio.
La plaza es el corazón del pequeño poblado y mide el pulso de la vida municipal. Cada vez, por lo tanto, deberá integrarse más a la vida de la comunidad.